TIEMPO INCIERTO: ¿CRISIS U OPORTUNIDAD?

Si bien hace tiempo decimos que vivimos en tiempos VUCA (volátil, incierto, complejo y ambiguo), el COVID-19 lo ha puesto en evidencia y de manera insospechada. “Estamos ante un contexto inédito, impredecible y aún sin estabilizar en el que no sabemos qué sucederá ni cómo nos afectará en lo sanitario, en lo económico, en lo social y ¡en lo vital! Nos patearon el tablero y lo único que sabemos es que vamos a tener que adaptarnos a los cambios (nos guste o no)”, explica Melina Jajamovich directora académica del Programa de Learning Agility en la Universidad Torcuato Di Tella, para empezar a entender el tema. Pero ¿cómo adaptarnos? Sin duda es mucho más fácil hablar de incertidumbre y teorizar sobre ella que vivirla. Las personas fuimos educadas para la certeza y es en ese ámbito donde nos sentimos cómodos y seguros; en lo conocido. Y es justamente por eso que estos escenarios nos presentan el enorme desafío de amigarnos con los cambios. “En primer lugar, es importante que entendamos qué supone este contexto. No podemos esperar que ‘todo vuelva a su lugar’ ni que alguien tenga la bola de cristal y nos rescate con soluciones mágicas. Una vez que lo comprendamos, tenemos que soltar lo que habíamos previsto: cuanto más nos aferremos a lo que estaba en nuestra cabeza, más sufriremos. Olvidar la vieja agenda y despegarnos del pasado es necesario para aventurarnos a descubrir las oportunidades que esta nos trae. Eso implica que nos adentremos en los mares de la experimentación: probando, errando y sobre todo ¡aprendiendo!”, explica Jajamovich.

 

MOMENTOS DE APRENDIZAJES

Aunque no lo veamos de inmediato y estemos enojados por la situación que estamos viviendo, el COVID-19 nos trae numerosas experiencias que encierran la oportunidad de aprender algo nuevo sobre nosotros mismos, sobre nuestros vínculos, sobre nuestro trabajo. Eso sí, según explica Jajamovich, para lograrlo necesitamos salir del modo automático: parar, reflexionar y cosechar lo aprendido. El registro es esencial y una buena bitácora puede ayudarnos a bajar la velocidad y permitir que el aprendizaje no se nos escape por la ventana. Y también otra buena forma de poner conciencia a nuestros días se da con el ritual de compartir con otros (en vivo y directo o en remoto).

¿Pero qué sucede cuando pasamos de nuestra situación individual a lo colectivo? ¿En el grupo del trabajo, por ejemplo? “Aquí el desafío crece. Necesitamos garantizar que el aprendizaje de las personas circule y se convierta en un capital de la organización, capaz de crecer y multiplicarse. Hoy más que nunca todas las voces deben ser escuchadas (sea cual sea el área y jerarquía) y debe haber un terreno seguro para que nos animemos a mostrarnos vulnerables, humildes ¡y aprendices! La confianza es la materia prima esencial para crear organizaciones inteligentes”, desarrolla la especialista.

Por último, Jajamovich sugiere que llegó la hora de ser creativos y contar con nuevos dispositivos –sencillos, que nos requieran poco esfuerzo en tiempo y energía– para captar el aprendizaje emergente. “Tenemos que abrir espacios de encuentro en los que compartamos nuestras historias y volvamos a la magia del fogón (no solo para capitalizar lo aprendido sino también para crear las narrativas del mañana). Y que ante el poco ancho de banda que tenemos, hoy más que nunca, tenemos que copiar la lógica de las redes sociales: encontrar un ritmo que nos atrape, que requiera poco esfuerzo y que logre viralizar los aprendizajes. Hoy adaptarnos a los cambios es un ‘must’ pero también la oportunidad de (re)construirnos más flexibles y resilientes. Así que liberemos el talento (y las voces), promovamos la colaboración, fomentemos la experimentación y aseguremos el aprendizaje”, concluye Jajamovich.

 

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