ATENCIÓN A LAS SEÑALES

ATENCIÓN A LAS SEÑALES

Calidad de Vida  -  02/12/2020

Cómo interpretar señales que la mente quiere callar.

La vida todo el tiempo nos da señales, llamados de alerta o pequeñas invitaciones a estar más atentos. Señales en el cuerpo, en la mente y el espíritu. Señales del universo. Llamados que nos indican que algo debe cambiar o algo está por empezar. ¿Tomamos en cuenta las señales? ¿Sabemos escucharnos o nos cuesta? Según explica Mirta Petrollini, Docente y Supervisora de la Institución Fernando Ulloa, cuando hablamos de poder escuchar, tanto a las señales de los otros como a las propias parecería que se trata de algo simple, pero esto no es tan así. Todo el tiempo estamos recibiendo información: un familiar que nos advierte o comenta algo, un dolor de cabeza persistente hace varios días, estar trabajando apresuradamente para finalizar una tarea. Ya sea a través de palabras o de signos, constantemente recibimos señales, pero no siempre las escuchamos. Pero ¿Qué es escuchar palabras o signos? ¿A qué nos referimos al hablar de signos? “Signo es aquello que señala, evoca, representa algo y que tiene un valor compartido, es decir, que su significado depende de lo que establece la sociedad. Hay signos verbales y no verbales. Cuando se formula un enunciado, en el que una persona comunica algo a un destinatario, ese mensaje está acompañado de entonaciones y modalidades al que se le darán distintas significaciones. Una frase determinada, es más que la palabra misma porque refiere al modo en el que es dicha, cómo es interpretada por quien la recibe y esa misma palabra podrá tener distintos significados entre distintas personas y aún en distintos momentos. El proceso de escuchar se va complejizando: hay un mensaje, un emisor, un destinatario, significaciones que varían según los códigos sociales y un aspecto central que dependerá de que nosotros en el momento en que recibimos esos signos (sean verbales o no verbales) contemos con la posibilidad de escucharlos, procesarlos y poder hacer algo al respecto”, explica.

Y hay que ir aún más allá para entender las dificultades que atravesamos para escuchar todos esos signos o señales que recibimos. Estos deben pasar otro filtro, que no es más ni menos que el de la conciencia, que es la encargada de determinar entre los estímulos del mundo interno y los del mundo externo cuáles serán aceptados, escuchados o rechazados. Y esto no es un proceso fácil, porque depende de qué evaluemos cómo adecuado o no, qué deseamos que ocurra de acuerdo con nuestro inconsciente y nuestra historia de vida para finalmente poder escuchar algo o no. Solo por citar algunos ejemplos: podemos percibir que tenemos hambre, pero puede ser ansiedad; podemos tener la respiración agitada, palpitaciones y estar ante una crisis de angustia y no ante un problema cardíaco; podemos estar en una reunión social y frente a ciertos comentarios pensar que están dirigidos a nosotros, o una persona cercana nos reclama algo y lo desestimamos totalmente… “Todo esto va determinando selectivamente qué podemos escuchar o no y conforma nuestra percepción de la realidad”, argumenta Petrollini y explica que el mecanismo de nuestra dificultad para escuchar las señales es el siguiente:

  1. Ante un estímulo/señal que no podemos o no queremos percibir intentamos no escucharlo.
  2. El hecho sigue ocurriendo y cada vez va requiriendo más energía para que no se presente e interfiera con nuestro equilibrio psíquico.
  3. Se va generando ansiedad, síntomas físicos o psíquicos que van restando energía a las actividades que debemos o queremos afrontar y aumento de estrés.
  4. El estrés produce signos que se podrán percibir o no y el cuerpo recibe esas señales: sube la presión arterial, colon irritable, asma bronquial, insomnio, incremento de dificultad para relacionarme con las personas, irritabilidad, etc.

¿A qué se deben estas imposibilidades de escuchar? “Es un mecanismo cuya finalidad es protegernos de lo inesperado, de temores, de todo aquello que resulte amenazante para nuestro equilibrio psíquico. Aun así, todos tenemos un pequeño margen de libertad para dar lugar a otros, a escuchar y pensar qué cambios son necesarios para mejorar la calidad de vida. Se trata de poder poner un corte a la actividad y disponer de tiempo de calidad para uno mismo y los otros. Es en ese tiempo que se podrá escuchar y percibir lo que en el correr cotidiano se va dejando de lado. Reflexionar sobre lo que se puede y quiera cambiar. Incorporar tiempo de meditación, para estar en contacto con el cuerpo y las sensaciones. En definitiva, tratar de estar presente ahí”, concluye.

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