¿PRISIONEROS DE LA PERFECCIÓN?

¿PRISIONEROS DE LA PERFECCIÓN?

Calidad de Vida  -  03/12/2018

Claves para ponerle fin a la exigencia de la eterna perfección.

¿Te ponés metas que están más allá de tu alcance? ¿Tenés una visión idealizada que es imposible lograr? ¿Te frustrás si todo no te sale perfecto como lo imaginás? Si estás experimentando alguna de estas situaciones es muy posible que seas uno de los denominados “prisionero de la perfección”; una presión innecesaria que lejos de ser un motivador a la excelencia puede ser el peor enemigo. Según explica Stella Maris Rivadero, Psicoanalista, Docente y Supervisora de la Institución Fernando Ulloa, hay personalidades que están apresadas por la idea de perfección quedando aplastadas por los mandatos y exigencias. Y esto paradójicamente los lleva a estar inhibidos o imposibilitados para actuar. “Una persona perfeccionista intenta calcular y controlar absolutamente todo, pensando que no hay lugar para el error o que algo falte. Y esto claro está, es una ilusión imaginaria pues no es posible. El perfeccionista no tolera el azar o la contingencia pues ésta desarticula la situación o la escena que intenta controlar, suponiendo que no debiera tener fisura o mancha”, argumenta Rivadero.

Descubrir qué nos impulsa a la perfección es la primera clave para empezar a ponerle fin a esta situación y comenzar a desarticular este tipo de situaciones. “Muchas personas se someten a esta exigencia de perfección y hacer todo bien, para ser aceptadas o amadas por los otros, creyendo falazmente que de ese modo lo van a lograr. Suele ocurrir lo contrario, son tan exigentes con ellos como con el entorno, que terminan siendo evitados”, detalla Rivadero. Y agrega que la historia particular de cada uno y cómo le fueron transmitidos los deberes, las exigencias y los ideales es lo que impulsa esta perfección. “Es necesario hacer la distinción entre deber de perfeccionismo e ideal de perfección, sabiendo que el ideal nunca se alcanza y en consecuencia conlleva imperfecciones”, explica.

 

MENOS PERFECTOS Y MÁS FELICES

El perfeccionismo nos pone trabas o dificultades para concretar un trabajo o una tarea y terminarlo. También nos complica en nuestras relaciones personales. Por eso es fundamental de a poco ir soltando las presiones y ese ideal imposible de conseguir. Aceptar que no todo es posible. Hacer espacio para nuestros defectos y entender que fallar no significa fracasar. De las fallas se aprende. “Debemos diferenciar ideal, de obligación o mandato y aceptar que lo posible es aquello que se puede hacer, tolerando las imperfecciones que puedan aparecer, y no transformar la exigencia de perfección en impotencia, que inhabilita a la acción concreta”, concluye la profesional.

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